—¡Pero, qué alegría verte! ¿Cuándo te has muerto? —No sé. Hará solo dos o tres días, porque mírame: no he…

—¡Pero, qué alegría verte! ¿Cuándo te has muerto? —No sé. Hará solo dos o tres días, porque mírame: no he…
Era la súbdita Arágnisis. Caía el atardecer. La súbdita Arágnisis no tardaría en llegar con la cena. Por un edicto…
En el Jardín de las Decisiones, más allá de la Puerta del Delirio, detrás del Monasterio, casi llegando al río:…
—¿Hacemos una carrerita? —¿Quién me habla? —El uranoscópido pegado al otro dintel de esta puerta. Y tú, ¿eres de aquí?…
Para Dolo. —No sé ni como me he muerto. Una bala sobrevoló una de las tres ventanas, que fueron envisilladas…
Aunque Dagoberto nació Dagoberta, fue Dagoberto para pasar desapercibida. ¡Ay los medievos y similares! Las niñas se venden como rosquillas…
Cayó de bruces en cuanto el cursor rastreador le golpeó la pierna izquierda. En la oscuridad, el sinnombre rodó un…